Comentario
La etapa mediterránea de Colón
Aunque su hijo Hernando se esfuerce en presentarnos a un Cristóbal Colón sabio y ducho en letras16, lo que engrandecería aún más al personaje y explicaría de forma más lógica y no tan casual el descubrimiento de América, careció de una formación científica sólida. Sus estudios universitarios son leyenda pura. Es un autodidacta, un hombre que va aprendiendo al contacto con los que le rodean; un espíritu inquieto que observa la naturaleza y busca, siempre que puede, respuesta a aquello que le interesa; un hombre, en suma, que sintetiza ejemplarmente la época contradictoria que le tocó vivir.
Su niñez, más que abundante en letras, fue necesidad, iniciación al trabajo manual, y, sobre todo, inclinación al mar. El escenario en que pasa su adolescencia --desde que nació, en el año de gracia de 1451-- no puede ser más propicio. Génova vive condicionada por esa vía abierta y comercial que es el mar Mediterráneo, por donde le llega la prosperidad y también el peligro. Luchas y rivalidades, tanto políticas como económicas, son cada vez más frecuentes, y Génova participa en ellas activamente. Aragoneses, venecianos, florentinos, franceses, etc., pugnan por mantener posiciones privilegiadas e incluso ampliarlas, siempre a costa del rival. Estamos ante un emporio de riqueza y, por ello, ante un punto caliente, que diríamos hoy. La difícil situación de Génova se comprende mejor teniendo presentes las ambiciones de sus poderosos vecinos.
Venecia ya la había limitado por el oriente mediterráneo. Y por si esto fuera poco, desde el siglo XIII la amenaza llegaba del expansionismo aragonés con Barcelona como eje impulsor: Baleares, Sicilia, Cerdeña, y a mediados del siglo XV la conquista de Nápoles. Génova se opondrá a esta expansión política que precederá, sin duda, a otra económica mucho más temible para ella.
El reino de Nápoles, escenario de grandes pugnas, era rico y poblado. Lo gobernaba una reina muy singular llamada Juana II, quien haciendo gala de ligereza política había logrado enfrentar a la casa real de Aragón con la de Anjou17; y cuando uno, cuando otro, miembros de ambas casas --Alfonso V de Aragón y Luis de Anjou-- habían sido nombrados en distintos momentos herederos al trono de Nápoles una vez que ella muriera. Y murió en 1435, pero un año antes había fallecido también su entonces favorito a la sucesión Luis de Anjou. Estas muertes, sin embargo, no trajeron la paz a la zona. Un caballero entusiasta, hijo y sucesor de Luis de Anjou, y por tanto al trono de Nápoles, llamado Renato, se dispuso a defender la corona. Apoyado por Génova y Francia, mantendrá inalterable durante casi medio siglo una lucha intermitente, pero firme, con los de Aragón. Y exceptuando alguna que otra defección como la sucedida en 1461, en que los genoveses se oponen a Renato y matan indiscriminadamente a franceses, Génova defendió siempre al de Anjou.
Entre 1466 y 1473 volvía a recrudecese la guerra entre Juan II, rey de Aragón, y Renato de Anjou. Esta vez la contienda tuvo como escenario las tierras catalanas. La burguesía y los gremios barceloneses, enemigos del autoritario Juan II, ofrecieron la corona condal a Renato de Anjou, quien encontró derechos suficientes --ser hijo de una princesa de la Casa de Aragón-- para ponerse al frente de los revoltosos y justificar la guerra. Guerra al fin que se resolvió a favor de Juan II y en la que tuvo un papel muy activo su hijo, el príncipe Fernando y futuro Rey Católico.
En medio de este conflicto, Cristóforo Colombo, estaba en puertas de iniciar su vocación marinera; alicientes no le faltaban. Cuatro o cinco años de grumete aprendiendo técnicas y saberes le consolidarían a los catorce o quince años como tripulante fijo de barco.
Ya a los 21 ó 22 años, era capitán de una galera que apoyaba al de Anjou. Corría el año de 1472 y la guerra civil catalana estaba a punto de concluir. Sólo Barcelona resistía ya, aunque pronto quedó asediada y Renato de Anjou intentó romper el cerco marítimo con el apoyo de naves genovesas18. Capitaneaba una de ellas el futuro descubridor de América. Al parecer, no le faltaba autoridad en el mar, y así nos cuenta él mismo cómo engañó a su tripulación mudando la punta de la brújula cuando Renato de Anjou le envió a Túnez a tomar la galera aragonesa Fernandina. Al enterarse los marineros de que iba protegida por dos navíos y una carraca se echan para atrás y Colón aprovecha la noche para poner en práctica ese ardid --costumbre muy suya que repetirá en otras ocasiones-- y seguir su propósito. A la mañana siguiente nos hallamos dentro del cabo de Cartagena, estando todos en concepto firme de que íbamos a Marsella, cuenta él mismo a los Reyes Católicos en una carta de 149519.